Ni closet, ni telita
¿Dijeron 3000 caracteres? Ah, entendí 3000 palabras. ¿Y las
otras? ¿Qué, no vivieron nada estas tipas? Bueno, soy la tapa de
Mariconcitos, o sea, tengo dereshhhho. Soy Enzo Luciano. Nací
de una sirena en el desierto el 1 de mayo de 1989, cinco minutos
antes que mi hermana. Conocí un poquito más que el canibalismo
(solas ahí adentro, algo se nos iba a ocurrir).
De jovencita caminaba entre víboras. Salen durante la siesta,
cuando el sol hace arder los rincones y el pueblo deja de ser
fantasma para no ser. Sólo se escuchan tus pasos y el eco de tu
voz, y te miras en los ojos de los desconocidos y no ves nada o te
ves sola, y todos duermen. Pero los únicos que no duermen son
un par de burras maniatadas, que insisten en aferrarse a esa tierra
yerma, a esa nada viviente, a ese silencio que aturde.
Como esa burra, durante años caminé sobre las brasas calientes
de la Héterorrealidad (diría mi amiga Maite). Hice todo lo que
hacía falta, fui arrastrada por la vida a través de los Siete Venenos
y, aun así, logré mantenerme como la flor de loto en el fango.
¿Qué suerte reina, no? ¡Cuando todo está en llamas, mi tierra está
a salvo! –me decía a mí misma–.
Atravesé largos e interminables caminos de escombros –¿qué
es la vida si no?–, desatando nudos de víboras enormes, muchas
veces anudados por mí misma, gracias a Marte y a Venus que me
dieron manos fuertes, piernas ligeras y una colita generosa.
Tuve tantas infancias ¿Te digo la mala? ¿O sólo la buena?
Aquí están mis cicatrices. Me doy el lujo de ponérmelas todas
al revés, decoradas por el tiempo y el casi imposible olvido. Mi
infancia imaginaria, la mariquita, la colorinche, tornasolada
purpúrea y cruda, gris, real de la real realidat, la que no viví
sino maquillándome con mucho color y dolor (sobreviví a tantos
sueños de exterminio, demasiados. ¿Sobreviví?).
Marimar, su jacal y su perro Pulgoso sintieron lo mismo, pero
no fuimos víctimas. No creemos en las víctimas como dice la
Trasobares, las víctimas son la parodia de esta sociedat.
Nunca encontré la salida a esas Islas Encantadas, devoradoras
llamadas deseo, pero tampoco la busqué. Cuando creía que me
encontraba en Altamar, me veía devuelta nuevamente a la orilla.
Nadando, mi cola larguísima y yo, en un laberinto imaginario
hecho sólo de piedras y espinas.
No conocí Closet ni Telita. Aunque no faltaron coches fúnebres
persiguiéndonos.
Esta foto es de cuando fui elegida Rey de la Primavera. En una
muestra de fin de año en la escuela, las maestras organizaban un
show en el que los nenes bailaban(mos) Backstreet Boys y las nenas
Gilda. Yo casi ni dudé y en medio del espectáculo me escabullí
entre el público y salí bailando como Gilda. Dejé más que la piel
en el escenario.
Entre otras hazañas mariconas de mi infancia, protagonicé
“Entre Moria y vos” junto a mis amiguitos del barrio. Yo usaba
un vestido rosa chicle y un tapado de nutria de mi madre. ¡¡Mooi
feena!! También protagonicé Like a Virgin junto a mi novia lesbiana.
En las siestas eternas de mi pueblo se tornaba imposible dormir,
y nos inventábamos mil formas de resistir a esa somnolencia
obligatoria. No podíamos darnos el lujo de dormir, ¡había tanto
por hacer! Jugar al elástico o escribir telenovelas que grabábamos
en casettes. Mis hermanas y yo montábamos un concurso de
coreografías con Paloma San Basilio Greatest Hits, que gané tres
veces seguidas. También hacíamos Competencia de llantos (una
diva es trágica o no lo es). Varias veces conseguí el premio mayor
por lograr el llanto más convincente.
Aprendí a arrojar la llave por el balcón para que pase el
monstruo. Invoqué al Pombero, a la Difunta Correa, al Gauchito
gil, a la Pomba Yira, solo para hacer una promesa y dejarme las
mechas hasta los tobillos… Ahora el Pombero me invoca a mí
y las mechas, mis queeridas mechas, ¿dónde quedaron? Siempre
fui mi propio Pombero. Como dice Tita, cuando le preguntan en
El pueblo quiere saber, cómo hizo para no caer en una mala vida:
¿quién te dijo a vos que yo no caí en una mala vida? Yo fui una
tremenda pecadora, porque fui una buscadora de amor… sólo que
en ese entonces no me daba cuenta, que el amor no se busca hija,
se encuentra.
Hasta acá todo divino Luis, pero no te conté sobre las copas que
se dieron vuelta y derramaron el vino sobre la mesa de mi vida...
Toda esa vida en rosa fue sólo la mascarada que me inventé para
sobrevivir en un mundo todo hecho contra mí. Fui reina a duras
penas, dentro de un campo de exterminio en el que, si no abandoné
por un rato –no mucho– mis sueños estelares, al menos se fueron
incubando con mucha más fuerza. La violencia que mis caderas
producían en esos cuarteles era tal, que por recomendación de
la Directora del colegio, ante los golpes e insultos, yo respondía
muy santa con una sonrisa de oreja a oreja. ¡¡Mi vida!! Tan
menudita que era. Me maltrataron, me torturaron, cada día de esa
temporada en el infierno. Me hicieron las peores maldades que se
le pueden hacer a una mariquita joven. Como no podían evitar
desearme, tampoco ser deseados por mí, tenían que destruirme.
No pudieron. Me volví un muñeco de trapo de sus fantasías de
exterminio, como toda mujeeeeer. Y así la pasé regio –ponele–.
Tanto sufrí que no vale la pena ponerlo en palabras. Porque, como
dice Tita, no hay que recordar las cosas tristes porque es como
vivirlas dos veces, y hay que vivir dos veces los momentos felices.
El sufrimiento se terminó cuando me fui de ese infierno y
me dediqué a las arrrrrtes. ¡Diosa! Se abrió todo un mundo para
mí. “Ponerle alma a este maniquí”, diría la Serra Lima. Me hice
un mundo habitable tapando las atrocidades que vivía día a día
con atrocidades mayores que yo misma ejecutaba, uouououo. Mi
venganza fue inaugurar las primeras teteras en el desierto; desaté
huracanes afectivos a más no poder. Fui un escándalo y ¿qué?
Luego me exilié en esta África pequeñoperuana y aquí conocí a las
jotas marilocas amigas, bolleras, tortones, lesbianas sin testículos,
perras sin un peso, lambchops millonarias, que en este momento
hablan a través de mí.
Gracias a ustedes por compartir conmigo esta comunidad
anómala de lenguaje drag, muñecos de trapo love y autoparodias
caminantes. Gracias a mi abuela y a mi madre por todos los
vestidos, pelucas y tacones que me regalaron y que me llevaron a
ser la jota wawera que soy.
A las niñas maricas del futuro les digo: luchad por ello, tías,
como hemos luchado todas. Mis pepitas están recibiendo un
mundo mucho mejor del que yo recibí. Y si no pueden unirse a él,
destrúyanlo.
Enzo Luxiano
Videoartista, performer. Trabaja en su próximo proyecto
instalativo Macumba Roulette- En busca del canibalismo perdido.
28 años, Tauro ascendente Piscis.
www.cargocollective.com/enzopiantanida