top of page

​El niño-mal: la vieja, la cantante y la bailarina.

Nací en el 89 y recuerdo haber sido muy mariconcito en mi infancia.
Escuchaba preguntas como: ¿por qué hablás como una nena?, o
¿sos nena o varón? Pero lo que más escuchaba era: mariquita, puto,
putazo, trabuco (esa me la acuerdo bien, porque la busqué en el
diccionario para esperar a la próxima vez que la dijeran y aclarar
muy maricamente que el “Trabuco” era un tipo de arma de fuego,
a lo que me respondieron: ¡callate trabucón!), etc... Preguntas y
palabras que me informaron –ya desde niño– que había algo en
mí que, al general de mi entorno, no le parecía “bien”. Cuando me
di cuenta con un poco más de consciencia, comencé la horrible
y, por suerte, inútil tarea de tratar de cambiarlo. Ante el resto,
empecé a caminar con las piernas más separadas, sin cruzarlas,
hablar más tosco, seco, grave. Evitar la expresión ¡Ay! en mis
oraciones y otra serie de torturas por el estilo. En mi interior yo
creía que cuando creciera se me iba a pasar, también pensaba que
hubiera sido mejor nacer niña. Todavía no podía ver que las niñas
tampoco la pasaban bien. Y transité así una infancia que para mí
era equivocada: yo era varón, pero no era varón, y lo que sentía,
en cambio, no tenía que sentirlo. Es decir sentía que era un niño
mal.
En medio de todo esto, mi instinto marica supo encontrar
los momentos y espacios para sobrevivir y disfrutar de un cierto
“bienestar de vivir” (aunque fuese a escondidas). Los placares de

mi hermana, de mi abuela y de mi mamá eran igual de mágicos o
más que el mismísimo ropero de Narnia. Cuando me quedaba solo
en casa, daba una vuelta de llave a la puerta (marica inteligenta),
cerraba los postigos de las ventanas que daban a la calle, el
reproductor viejo de música de la habitación de mi vieja creaba
el clima ideal y ahí estaba yo, de repente, hincado de rodillas en
medio de la cama matrimonial de la casa, el vestido de novia de
mi mamá puesto, la pollera del vestido abierto cubriendo toda la
cama, aros, maquillaje, velo y Thalía de fondo con su Piel Morena
tirándome la letra perfecta para hacer un playback inolvidable
y sentirme el ser más feliz del mundo. Mis manos sabían los
movimientos flamencos que arrastraba la tradición familiar y se
movían como alas haciéndome levantar de la cama, acercarme al
espejo y mirarme. Me miraba a los ojos, bien profundo, y recuerdo
pensar para mí misma: Así estoy bien.
En el baño de casa hacía las “prácticas de maquillaje”, aplicando
todo lo que veía de mi mamá y de mi hermana. Cuando ellas lo
hacían me quedaba quieto mirándolas, siempre les decía: Ponete
más lápiz de labio. A mí me gustaba mucho y fuerte, latía mi furia
travesti. Hasta los catorce, los tacos de ellas me quedaban perfectos
así que también tenía mi práctica en tacos altos. Caminaba furiosa
por el largo pasillo que estaba en medio de la casa, lloraba los
males de mis galanes, también era la más villana de todas, la vieja,
la cantante y la bailarina. Así, cual protagonista de un unipersonal
absurdo, explotaba todo aquello que “intentaba” apretadamente
guardar de mí ante los ojos de los demás.
Gracias a estas artimañas y muchas más, salvé a mi Mariconcito
y hoy, ya mayor, ando con más respuestas que dar a esas preguntas
binarias sobre mi género, pero no con menos preocupación de
lo que los ignorantes del tema puedan hacerme a mí o a mis
compañerxs. Desde donde estoy, elijo andar mariconeando la vida
y tirando una palabra de aliento y aprobación a las expresiones
maricas de las nuevas generaciones de mariconcitxs.

28 años, nacida en Córdoba, “Criada” en Córdoba Capital. Mail:
mmg.marcosgarcia@gmail.com La resistencia marica me llevó al
teatro, lugar en donde encontré la compañía necesaria para dejar
salir a mi marica. Enseño teatro a pequeñxs humanos, tarea en
la cual encuentro la posibilidad de dejar semillas de fuerza a les
pequeñes disidentes, para que en adelante quizás les pueda ser
más fácil el camino hacia el amor propio. Soy pasional, flaca, puta,
maricona y entusiasta.

​

 

​

Marcos Gabriel García

28 años, nacida en Córdoba, “Criada” en Córdoba Capital. Mail:
mmg.marcosgarcia@gmail.com La resistencia marica me llevó al
teatro, lugar en donde encontré la compañía necesaria para dejar
salir a mi marica. Enseño teatro a pequeñxs humanos, tarea en
la cual encuentro la posibilidad de dejar semillas de fuerza a les
pequeñes disidentes, para que en adelante quizás les pueda ser
más fácil el camino hacia el amor propio. Soy pasional, flaca, puta,
maricona y entusiasta.

bottom of page