Oops I did it again:
Me voy al pasado a descansar en
paz.
A cuando chico.
A cuando el verano no
prejuzgaba las deselegancias de
mi piel,
de mi amorfología “de vaca”.
Vaca gorda, gordo vaca
humedecidas para apaciguar el
arder, el ardor.
Estoy sobre esa toalla de
palmeras que era mi favorita,
blanca y azulnegra,
toda gastada.
Y a la luz de ese sol de infancia
yo podía ser Marimar,
Barbie sirena,
Juliana modelo...
hasta Julieta.
Pero más aún me recuerdo
Britney,
me veo Oops I did it again
I played with your heart,
got lost in the game.
Y cómo me revolcaba sobre la
laja caliente flasheando el video,
fingiéndome en catsuit
rojo.
Porque en una parte del clip
más poderoso.
Donde todo perdía forma y
también la encontraba:
no había gordo, no había vaca,
ni Julieta,
ni Marimar,
ni yo.
El único problema era que en
el fondo no podía contener la
respiración,
así que tenía que volver a flote,
respirar.
Salía de la pileta y el juego
comenzaba de nuevo:
otra diva, otro video.
Luego fueron pasando los
veranos,
(me decían).
Regreso lentamente ahí,
al borde de la pileta de la quinta
de mi abuelo
y me veo tirado en ese piso de
lajas calientes,
ella bailaba tirada en el piso
remil diosa,
y yo también lo hacía remil foca,
encallado en esa fantasía
de niñito gordo
y travesti.
Recuerdo también la parte del
video
en que ella daba una pirueta y
saltaba por los aires
hasta encontrarse con su amado.
Yo a ese truco también lo
resolvía en mi clip imaginario:
caminaba hasta el trampolín
con paso sexy,
subía los escalones taconeando
una mentira
y me tiraba de cabeza al agua.
Todo una super-estar.
El fondo de la pileta era, luego,
un espacio más íntimo,
las divas, los juegos.
La post-adolescencia me recibía
sin tanta brillantina pop:
Britney se moría
en cada “stop” a sus videos,
mi abuelo se había marchado
para siempre,
las palmeras de la deslucida
toalla
ya no eran más que un oasis en
mi mente
y la superficie
y la superficie ya no era para mí
un lugar para soltar la
respiración,
sino también, muchas veces,
para contenerla.