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Jotita desde chiquita

Mi madre siempre me dijo que era un “niñx especial”, y creo
que por ello desarrolló un ferviente empeño en mostrar(me) las
potencialidades del cuerpo como el espacio donde se patentiza
no solo la diferencia, sino también (y sin quererlo supongo) las
formas en las cuales en el futuro se haría presente mi mariconería.
Esta foto fue tomada en la casa de mi abuela y muestra uno de mis
lugares favoritos: la orilla de la Laguna de Tamiahua, en el Estado
mexicano de Veracruz, en donde sin duda he vivido muchos de
los momentos más maravillosos de mi infancia.
La desnudez y la media sonrisa, mientras estiro el símbolo
de mi “masculinidad”, me produce placer al notar que toda la
jotería proyectada se volvería un elemento fundamental en mi
constitución identitaria. Mi cuerpo desnudo, regordete, sonriente,
pícaro, acalorado, enmarcado en un paisaje idílico, me remueve
no solo el pensamiento, sino también el sentimiento, ese mediante
el cual se asume una condición fluida, complicada y sumamente
emparentada con el goce, con el deseo, con la necesidad de extender
esa media risa donde se enmarca no solo mi “sexualidad” sino
también mi condición jota, esa que me otorga fuerza vital.

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Carlos Leal.

México. Jotita, antropóloga desfasada e incómoda permanente.

Amo el cine, comer, dormir y pensar en clave queer/cuir algunas
cosas de la vida. La academia, no me disgusta, pero tampoco la
necesito del todo.

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