Vergüenza y fantasía
Yo era un niño afeminado. Tímido en general, no quería “que se
me notara”, no quería que se burlaran de mí, aunque no siempre lo
lograba: “puto”, “maricón”, “trolo” eran nombres comunes, heridas
contundentes que en general me dejaban quieto, sin reacción más
que el llanto –hasta que también aprendí que el llanto era digno
de sanción–.
En casa, me sentía más cómod*, podía ser todo lo afeminado
que quisiera. Allí jugaba con mi hermano mellizo, juegos en los
que siempre escogía ser los personajes femeninos: Gatúbela, Chun
Lí, Sonia Blade, Tormenta (la otra vez mi hermano me recordaba
que yo gritaba: “¡yo soy Tormenta, la dueña de los elementos!”),
Cheetara; o afeminados, como Shun de Andrómeda (hoy puedo
decir que hasta estaba un poquito enamorado de ese personaje –
como lo estaba de Ryoga, el chanchito de Ranma 1/2)–.
Luego llegaron otros personajes (no puedo pensar mi infancia
sin estas ficciones que me permitieron sobrevivir al insulto y
la burla), algunos que ya no compartía con mi hermano: estoy
pensando más que nada en Sailor Moon; Sailor Mercury era mi
favorita, supongo que me identificaba con su ñoñez. No vivía en
una casa muy grande, mi habitación (compartida con mi hermano
mellizo y mi hermana mayor) era el comedor, en donde por arte de
magia un sillón y un mueble se convertían en la noche en nuestras
camas, tal es así que los juegos o mis propias historias como sailor
scout las recreaba en el baño –de allí que hoy estoy obsesionad*
con los baños grandes, mi lugar de intimidad–.
A fines de primaria, mirar con curiosidad a los compañeritos
en calzoncillos, o las fotos de (lo que hoy llamaría) chongos en las
revistas era casi un hábito y, aunque era un hábito culposo que
no podía compartir con nadie (salí del armario con mi familia a
los veintipico), me lo permitía: era mi secreto, no estaba fuera del
armario, pero en el espejo sí me decía: “bueno, Beto, sos maricón,
qué se le va a hacer”.
De este modo, aunque signada por la vergüenza, recuerdo mi
infancia con cariño. Hoy puedo entenderla en resistencia, más que
nada a través de la fantasía y la curiosidad. Y me (nos) celebro por
ello.
​
Beto Canseco.
Córdoba. Nacid* en Buenos Aires, pasé allí mi infancia y
adolescencia; vivo en Córdoba hace más de diez años. Me reconozco
como feminista pro sexo, activista de la disidencia sexual, ñoñ*,
bailarin*, tembleque, excesivamente neurótic*, aficionad* al
porno y al vino.
Contacto: betocanseco@hotmail.com