Devenir Isabelita
Mi mamá, gallega de nacionalidad y espíritu, autora de esta
foto, asegura que tanto a mi hermano como a mí nos encantaba
disfrazarnos. Pero a mí no me gusta esa historia, me quita del
centro del novelón del marica, que vuelve de las sombras como una
extraña dama. Quizás ustedes no lo sepan pero lo que da forma
a la “galleguitud” es el sentimiento de nostalgia permanente. Mi
madre, desde muy chicos, cuando estábamos en alguna situación
placentera, nos decía que retuviéramos ese momento porque luego
lo íbamos a extrañar. Siempre estábamos extrañando las cosas al
mismo tiempo que sucedían. Puede parecer tortuoso, pero yo
agradezco profundamente la transmisión de ese sentimiento. La
vida no termina nunca de ser una novela.
Nací en Morón y allí viví la mayor parte de mi vida, pero esa
cocina-pasillo que se ve en la foto es la de un departamento en
Mar del Plata, lugar donde pasé casi todas las vacaciones de mi
infancia. Calculo que será del año 87. Yo tendría seis años.
Recuerdo Mar del plata como un lugar muy feliz y a ese
departamento (al que habremos ido dos veces), muy cercano al
asilo Unzué, como un lugar del que no me hubiera ido nunca de
no ser porque mi abuela se quedaba en Morón. Pasada una semana
de vacaciones, ya empezaba a decir que tenía ganas de comer “la
pastafrola de la abuela”.
Mi abuela nunca hacía pastafrola y nunca entendí por qué mi
propia nostalgia gallega se presentaba de esa forma. Hace una
semana se cumplieron dos años de la última esperanza de aquella
pastafrola y del fin de mi infancia.
Pero el centro de la foto no es mi abuela, ni tampoco yo, sino mi
madre. Es ella quien verdaderamente está en la imagen, el punctum
de la fotografía dice Barthes, quien también tuvo UNA madre.
Recuerdo que justo antes de apretar el botón para activar el flash
y correr la cinta del rollo, mamá gritó: “¡Es igual a Isabelita!”. Y
yo respiro, aliviado. Tardará años en salir todo el aire contenido,
inclusive ella va a tener que insistir con el parecido para que el
aire no se corte y puedan adquirir cierta forma los contornos de
mis gestos. Ya no hay vuelta atrás. Devengo Isabelita, por favor no
me atosiguéis.
​
Ariel Sánchez.
Nací en Morón y actualmente vivo en La Plata. Tengo la edad
suficiente como para haber vivido la intensidad y la crisis (en todos
los sentidos posibles) de los años ’90. Vengo de una generación y
clase social tardíamente “ilustrada”, que encontró en Deleuze lo
que ya había descubierto años antes con Fun People.