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El niño que amaba a Andrea del Boca

La foto fue tomada en mi casa de Daireaux, calculo que en 1988
o 1989.
– ¡Qué cambiado estás!
– Bueno, han pasado tantos años…
– Espero que no te dé vergüenza acordarte de mí.
– Es raro volver a verte, no te lo voy a negar. La verdad, cuando
era vos quería crecer, ser grande, lo más rápido posible. Y ahora
daría lo que fuera por volver a ser un ratito el niño que amaba a
Andrea del Boca.
– Jaja, bien que escondés ese pasado cada vez que podés.
– Y, cambié a Andrea del Boca por otras cosas. Ahora me doy
cuenta de que era una actriz pésima (y peor cantante), pero en ese
entonces…
– Cuando vos eras yo, ¡cuidado con el que se interpusiera en tu
camino a la hora de la novela! Te volvías loca. Todas las tardes a
las ocho, por Telefé, firme como un sargento, nos sentábamos con
la tía Chona a ver Celeste, siempre Celeste.
– Con una medialuna rellena de jamón y queso…
– ¡Cierto!
– Contame más, me pongo grande y ya no me acuerdo de cómo
era ser vos.
– Uf, no te creas que estaba tan bueno. Siempre me sentía
como fuera de lugar. El primer recuerdo es de esa vez que mamá,

revolviendo ropa vieja, encontró un delantal rosa que había sido
de nuestra hermana, ¿te acordás?
– ¡Cómo olvidarme!
– Me encapriché con que me lo quería poner yo para ir al jardín.
¡Era tan lindo! Nada que ver con el celeste aburridísimo que tenía
que llevar.
– Mamá dijo que si ibas vestido así todos se iban a morir de la
risa.
– Me puse tan pesado que al final, aflojó: “¡ma’sí! si quiere, que
se lo ponga, ya a va a ver”.
– ¡Y bien que viste!
– Sí, nada más llegar todos me empezaron a señalar y a reírse.
La maestra no sabía dónde meterse. Fue horrible. Nunca más me
lo puse. Pero era tan, tan lindo…
– Lo que más me gustaba de vos era que no tenías vergüenza de
nada. Con los años me puse tan serio…
– Es cierto, ya no sos tan divertido. A mí me gustaba ponerme
la ropa de mamá cuando ella estaba trabajando en la panadería y
yo me quedaba solo en casa. Me encantaba usar sus maquillajes.
Me miraba en el espejo y me imaginaba que era Celeste o Estrellita
hablándole a Gustavo Bermúdez o Gabriel Corrado. Hasta escribía
mis propias novelas. De grande quería ser guionista.
– Al final, eso quedó en fantasía nomás.
– Uf, como tantas cosas. También quería ser bailarín, o
bailarina, jaja. Acordate que a los seis o siete años mis ídolas eran
Flavia Palmiero y Xuxa. Me ponía una bufanda en la cabeza como
peluca y el envase de dentífrico hacía de micrófono. Bailaba y
cantaba por toda la casa.
– ¡Eras muy loca!
– Sí, pero no lo sabía. Me lo hicieron saber los otros. Todo lo
que a mí me divertía o me hacía sentir bien a ellos les parecía cosa
de nenas. ¡A mí en cambio el fútbol me aburría tanto! Era tan
difícil sentir que era parte del grupo.
– Bueno, no creas que eso ha cambiado.
– Sí, pero ahora sos grande. Cuando eras yo no entendías por
qué te dejaban afuera, qué habías hecho para no formar parte de la “manada”.
– Es cierto. Yo quería ser como ellos, pero no podía.
– Ellos no miraban las novelas de Andrea del Boca. Hacían
cosas de chicos y chistes que yo, es decir vos, no entendía.
– ¡Eras más zonzo! No tenías idea del sexo.
– ¿Y qué idea iba a tener si nadie me explicaba nada? Además,
los chicos recién me empezaron a gustar a los 13 o 14 años. Antes
de eso yo era simplemente un “niño queer”, como dicen esas teorías
que vos estudiás ahora…
– Un niño raro, bah. Te gustaba estar solo, inventar tus propios
juegos. Y te gustaban los juguetes de varón, autos y camiones,
pero también las muñecas y los ponys…
– ¿Te acordás de esa vez que vino el tío de Santa Fe y me quiso
hacer un regalo? Fuimos a la juguetería y yo pedí un caballito pony.
Quería uno de esos color fucsia, con el pelo amarillo. ¡Divino!
Pero él dijo que eso no era juguete para nenes y me compró una
camioneta.
– ¿Ves que difícil era ser vos? Siempre me hacías quedar mal…
– Jaja, igual, te digo una cosa. Podrás renegar, esconderme en
el armario, sacarme los maquillajes y las pelucas de bufanda, pero
siempre vas a ser un poquito yo. En el fondo, nunca dejarás de ser
del todo el niño que amaba a Andrea del Boca…

​

​

Jorge Luis Peralta
La Plata. Nací en Daireaux, provincia de Buenos Aires, en 1982.
Viví varios años en San Luis, y otros tantos en Mendoza, y otros
tantos en Barcelona, España. Actualmente vivo en La Plata. No fui
guionista de telenovelas, como soñaba de niñ*, pero me terminé
dedicando a la literatura, como profesor e investigador.

Contacto: thesaintloup@gmail.com

 

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